Una de las peores cosas que pueden ocurrirte es convivir o pasar muchas horas con alguien que no deja de quejarse.
Uno de los peores viajes de mi vida fue con 16 años. Un amigo y yo decidimos ir juntos a ver a nuestro equipo de futbol a una ciudad a 600 kilómetros de la mía, estábamos muy cortos de dinero y decidimos ir en autobús.
Le comenté la hora de quedada para ir a la estación, le pareció muy temprano, al llegar a la estación le dije que podríamos comprar unos bocadillos para el camino y se quejó porque le parecía pesado tener que llevarlos, nos sentamos en el bus y se quejó de que el asiento no era cómodo, cada hora no dejaba de recordármelo, al bajarnos se quejó de que hacía demasiado frío, le comenté de ir a un centro comercial para evitar estar en la calle y se quejó porque no le apetecía, a la hora del partido se quejó por entrar demasiado pronto y luego por salir demasiado tarde, y todavía quedaba toda la vuelta a la casa.
Más allá de las quejas, lo que me sacaba de mis casillas era que la queja no llevaba detrás ninguna alternativa, toda la responsabilidad de las decisiones para evitar esas quejas reposaba sobre mis hombros.
Hace unos años asistí a una conferencia donde, entre otras muchas cosas, se habló de una iniciativa llamada
PorUnPaísSinQuejas, esta iniciativa trataba de que los participantes estuvieran 21 días sin quejarse, y de esta manera crear ese hábito de evitar la queja por sistema.
Un detalle importante era que
la queja en sí no era algo malo, la parte negativa de la queja era hacerlo sin dar una alternativa a eso que te molesta. Si te quejas del ruido, levántate y baja la música o cierra las ventanas o evita en la medida de lo posible ese molesto sonido, si no hay entradas para el cine, busca un plan alternativo que proponer en vez de regocijarte en la pena de las entradas.
Esto
es una skill muy valorada en el mundo empresarial.
Si te encuentras con un problema en el trabajo del que tengas que dar reporte es muy mala idea ir a tu superior a decirle únicamente “Ha pasado esto”. Normalmente las personas en puestos directivos suelen estar rodeados de situaciones en las que se les presentan problemas a resolver y
en muchas ocasiones esa saturación puede llevar a malas decisiones. La experiencia me ha enseñado que a la hora de comunicar un problema la mejor manera de hacerlo es: