😡 TÉCNICA PARA CALMAR LA IRA

PUEDES ESCUCHAR ESTE PODCAST AQUÍ

NOTAS DEL PROGRAMA

TIEMPO PROMEDIO DE LECTURA: 4 minutos

Hace un par de semanas me compré un coche.

Llevaba un par de años que mi viejo Chevrolet andaba dándome problemas y los gastos en reparaciones iban acercándose demasiado rápido a lo que sería asumible respecto a la compra de un nuevo coche.

Me puse a la búsqueda de alguno que encajase en lo que buscaba. Espacioso, seguro y una actualización a un tipo de coche un poco más pureta ya que, aunque no lo parezca, ya vamos cumpliendo unos años.

Después de estar unas semanas con todas las alarmas de búsqueda habidas y por haber en webs de venta de coches de ocasión apareció un mirlo blanco que encajaba en todo.

Después de un tira y afloja de algunas semanas, sumado a la dificultad de hacer todos los trámites de manera no presencial por culpa de la pandemia, conseguí cerrar todo el papeleo que necesitaba, ya solo quedaba esperar a que me llegara.

Fue un jueves por la mañana, ahí estaba, más bonito de lo que pensaba, supongo que pasará en ambos sexos, pero los hombres nos quedamos embobados con nuestros nuevos juguetes intentando admirar cada rincón lo máximo posible.

Di una vuelta para probarlo, era justo como me pensaba, cómodo, silencioso y con buena respuesta.

Esos días se lo enseñé a varios amigos, en un ritual absurdo pero de obligado cumplimiento.

Nadie va enseñando a sus amigos los títulos de graduado que ha conseguido, pero sin embargo no perdemos tiempo en llevar hasta las narices de nuestros amigos algo que simplemente se consigue con dinero.

Un par de semanas más tarde, yendo de camino a cenar junto a mi novia, que también estaba encantada con ese nuevo trozo de metal con ruedas, paré en un paso de peatones para dejar paso a un chico junto a su perro.

Parece mentira lo rápido que el cerebro es capaz de conectar imágenes y pensamientos.

Cuando uno ve Pasapalabra e intenta buscar la respuesta a una pregunta realizada a toda velocidad nos quedamos unos segundos intentando asimilar la misma para dar con la respuesta adecuada, con la cara un poco en otra parte.

Pero en los milisegundos que pasaron desde que frené en el paso de peatones y los chirridos que escuché del frenazo del coche que venía pegado a mí a bastante velocidad, sabía perfectamente que iba a impactar conmigo y mi reluciente nuevo coche.

Efectivamente me dieron un golpe bastante fuerte, por suerte no nos pasó nada, no así al otro coche que quedó para desguace, mientras de él salía un chico de unos 20 años completamente aturdido.

Progresivamente, mientras salía de mi coche me invadía poco a poco la ira. Tenía la misma sensación que si me estuviera invadiendo el Venom de los comics, haciendo de mí un ser en el que no existía otro sentimiento que la ira.

Una vez arreglados todos los papeles, intentando poner mi mejor cara de Poker, volvimos al coche, el cual podía moverse aun teniendo la parte de atrás bastante dañada y volvimos a casa.

Es increíble como la ira es capaz de llenar todo tu cuerpo, pero más todavía, como se mantiene dentro de ti, diría que mucho más tiempo que el sentimiento de alegría.

Esa noche dormí a duras penas, cada vez que me desvelaba me acordaba del frenazo y de que mi flamante nuevo coche estaba aparcado fuera con un golpe completamente ajeno a cualquier responsabilidad mía.

Al despertarme al día siguiente, seguía prácticamente igual que cuando me acosté, con la ira desde mi nuca hasta los dedos de los pies.

Entonces, mientras intentaba recomponer un poco con cinta americana el parachoques para poder circular durante estos días, decidí que no podía seguir así.

No podía estar fingiendo un sentimiento mientras por dentro tenía otro y estropear el día a los que me rodean.

Intenté hacerme un autoexamen con otros momentos donde me hubiera invadido la ira anteriormente y superar lo que estaba viviendo con este accidente con esas experiencias pasadas.

Me hice dos preguntas:

– ¿Cómo valoro ahora ese momento o acción pasada que despertó en mi la ira en alguna ocasión?

Analicé todos esos momentos que podía recordar, algunos por acciones en las que yo era responsable y otras muchas que venían por acciones de terceros. Si lo pensaba fríamente, muchas de ellas las recuerdo con indiferencia, con la perspectiva de los años parecen incluso chiquilladas y respuestas inmaduras e, incluso, algunas de ellas las cuento ahora como anécdotas graciosas en algunas reuniones, por la cara que puse o lo mal que lo pasé.

– ¿Cuánto tiempo pasó de media entre que ocurrió aquello que despertó mi ira y que finalmente se convirtiera en algo tan solo molesto o incluso encontrar una salida que volviera la situación algo normal?

También hice un análisis y, probablemente en el 90% de las ocasiones, todo volvió a la normalidad en menos de una semana o, al menos, asumí la situación y las posibles alternativas en menos de una semana, por lo que, en la mayoría de los casos, una semana era suficiente para pasar de un estado de ira a un estado anterior.

Una vez hecho este autoexamen, me di cuenta de que el accidente que había pasado, probablemente, quedaría en anécdota mucho más pronto que tarde, por lo que me forcé a contarlo como tal a todo el mundo, de esta forma mentalmente ya le quitaba peso, más allá del inconveniente de que le ocurriera esto a un coche nuevo.

Digamos que intenté acelerar el proceso normalizando la situación y sabiendo que, como en la gran mayoría de veces había pasado, todo sería recordado como una simple anécdota y en menos de una semana ya estaría a otra cosa o con una alternativa para resolverlo.

Y me sirvió.

Saber que simplemente era una anécdota más y que, en el peor de lo casos, era cuestión de días borrar la ira de dentro de mí, hizo que desapareciera casi por completo ese mismo día posterior.

Tanto es así que, una semana más tarde, estoy aquí contando este accidente en forma de anécdota para intentar ayudaros a pasar también por estas fases en momentos de ira.

Cuando vivas esos episodios de ira te invito a hacerte estas dos preguntas antes de dejar que te pudra por dentro.